miércoles, 29 de diciembre de 2010

Las películas del 2010 que dejé en el tintero...

Quizá fui excesivamente escueta en el anterior post. Pero se debe tener en cuenta que era una ecuación en la que había que introducir los elementos 'espacio en mis estanterías' y, sobre todo, 'economía dedicada al ocio'. Por eso recupero aquí los otros títulos que me dejé en el tintero.

Me quedo con la magnífica atmósfera de El escritor o Shutter Island, y con Origen, para así compararla como se debe con Paprika, visionada hace poco. También con En tierra hostil –sí a sus escenas de suspense, no a sus momentos de ¿reflexión?-, y una recuperación del cine de atracos, The Town, gracias a Ben Affleck, pero a pesar de su aparición en pantalla. Y, por supuesto, hay que ver lo último de Tom Hooper, que confirma lo que ya anticipó en las fantásticas The Damned United y John Adams: es correcto, es directo y hasta emociona. Hay que contemplar El discurso del rey.

También Un profeta y La cinta blanca, sin olvidarse de Vincere –cerca del telefilme, pero no confundirse: Bellocchio sabe condensar el drama en poéticos planos-, o el humor de ultratumba de Enterrado El Robin Hood de Ridley Scott también merece la pena, aunque curiosamente funcione mejor a nivel emotivo que de acción pura y dura: se quedo en collage.

En el terreno del documental o semi-documental, me rindo ante Avalon y su Anvil o Exit Trought the Gift Shop, incluso ante When You’re Strange, aunque me certifique que hay veces que es mejor quedarse con el mito y que con la realidad.

Para reírse sin carcajada muy sonora habrá que cumplir con la tradición de ver a Woody Allen con Conocerás al hombre de tus sueños; echarle un ojo en estos tiempos aciagos a Up In The Air, a pesar de su final un tanto descafeinado. Tienen su gracia dos películas gastronómicas: una histérica, Soul Kitchen; y la otra más reposada, Bon Appetit; y la tontería de cosas como Jacuzzi al pasado, que a pesar de ser un quiero y no puede tiene algún gag digno de volver a verse.

Hay mucha verdad en las interpretaciones de El Cónsul de Sodoma, de Pan Negro, de los secundarios de El gran Vázquez –genial la aproximación a la editorial Bruguera-, lo que les convirtió en interesantes ejercicios de nuestro cine, junto a los ya mencionados.

Dicho todo esto, hay varias lagunas que debería solventar: Ciudad de vida y muerte –me la recomendó un taxista que estaba leyendo mucho sobre otro holocausto: el nazi- Yo soy el amor, Canino, y recuperar Greenberg, estrenada directamente en DVD, o Cyrus y Fish Tank –por Michael Fassbender lo que sea, así que quizá también debería acercarme a Centurión-, que se quedaron agazapadas en la cartelera.

Todas ellas se quedan para un 2011 del que, en breve, os adelantaré algunos deseos.

martes, 21 de diciembre de 2010

¿Qué películas del 2010 compraría en DVD?

Es la pregunta esencial para hacer una de esas listas del cine de 2010. Aquí está la respuesta.

Two Lovers. Se presentó casi a escondidas en la cartelera: era una película estrenada hace dos años en EEUU, así que ¿quién pensaba que fuera gran cosa? Pero James Gray es James Gray (su entrevista sin pelos en la lengua en Cahiers no tuvo desperdicio). Es una de las cintas que más me ha emocionado: su tempo, momentos como la entrada en foco (y nunca mejor dicho, con ese sol que la ilumina) de Gwyneth Paltrow, o Isabella Rossellini con esa sabiduría que esconde su personaje. La –dolorosa- vida misma en la boca maltrecha de Joaquin Phoenix.

Toy Story 3. Más surrealista que nunca y yendo un poco más allá sorprende con momentos de suspense (el muñeco de los ojos a la virulé que todos siempre temimos cuando lo veíamos en casa de la tía abuela), de humor absurdo (ese Señor Potato-Tortita), pero siempre con frases que no se pueden dejar de recordar y querer imitar con la misma intención: “¡El gaanchoo!” o “¡Dale leña al mono!”.

La red social. Desconcertante por momentos, compleja y con un arranque y un final que certifican su calidad. Llegó la reconciliación con Fincher –sí, yo también apoyé alguna vez a aquellos que decían que “no tiene discurso”- gracias a Aaron Sorkin y a su capacidad de hacer hablar a dos personajes en una habitación. El Oscar debe ser suyo.

Y, por supuesto, Fantástico Sr Fox. Artesanía, encanto, humor, detalles a descubrir en las esquinas del plano… Preferiblemente en sus voces originales. Y, como la cosa está animada, añado The Secret of Kells, una pequeña obra de arte.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Cine con buen nota

El otro día volví a ver La niebla, la escalofriante película de Frank Darabont basada en un texto de Stephen King, y de nuevo me quedaba grabada la desolación de su final. Me recorre un escalofrío cuando me acuerdo de ella, una sensación de la que en su 60% tiene la culpa un tema de Dead Can Dance, The Host of Seraphim.

El cine, el gran medio de la súper emoción, no sería lo mismo sin la música. A veces es sólo un pequeño acompañamiento, un apoyo de sus momentos más alegres, más tristes o más épicos; pero sobre todo una manera de explicar muchas cosas gracias principalmente a ese Main Theme que señala que es lo verdaderamente importante dentro de su maremágnum de imágenes.


Tengo especial adoración por el trabajo de un compositor, el polaco Zbigniew Preisner, que apoyó con unas melodías fantásticas las películas de su gran amigo Kieslowski. La doble vida de Verónica era un verdadero canto a la vida, pero sus temas principales para Tres colores fueron la constatación de su genio. Azul, sobre una mujer enfrentada a la muerte de su marido, tenía el Primer Movimiento para una sinfonía inacabada; Blanco, sobre el desamor, era un tango; mientras que Rojo, sobre una historia que se repite, era un bolero. ¿Es o no la música la mejor manera de explicar muchas cosas?


Una pequeña melodía de flauta nos prepara para la más melancólica de las experiencias; o el piano minimalista de Satie, sus Gymnopedies, que tan bien utilizó Woody Allen en la genial Otra Mujer, o la clasicista El velo pintado, puede traer recuerdos llenos de emoción. Los chillidos de violín, nos enseñó Bernard Herrman, son lo mejor para meter el miedo en el cuerpo; y el viento metal le viene como anillo al dedo a la épica –cuánto han bebido Miklos Rozsa, John Williams o Hans Zimmer de autores como Holst y uno de sus Planetas: Marte, el Dios de la guerra-.

Siempre he pensado que los verdaderos aficionados al cine, tienen muchas papeletas de ser unos más que decentes melómanos. Si ves Ascensor para el cadalso, no puedes evitar caer en la trampa de adquirir tan genial banda sonora de Miles Davis, y a partir de ahí, ir ampliando tu acercamiento al jazz. O si contemplas 2001, puedes descubrir las enigmáticas variaciones de Ligeti y conocer mejor autores más complejos dentro de la llamada música clásica.


La música es un elemento mágico que sabe redoblar el efecto de muchas escenas o, en muchos casos, intentar ocultar la incompetencia de los que dirigen. ¿Será por eso que los mejores cineastas son los que pueden hacer buen cine sin necesitarlo? Piénsalo bien: la próxima vez que veas una buena escena, intenta quitarle el sonido. A ver si lo resiste…

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La extraña pareja

Me encanta como Elsa Martinelli saca de quicio al hombretón de Wayne en la siempre deliciosa ¡Hatari!. Hawks une al actor con un tipo de mujer que nunca pensaríamos que le fuese. Y ahí está ella, delgada y puro nervio, directa a su meta...




martes, 7 de diciembre de 2010

Ya nadie nos hace reír

El otro día lo hablaba con otro cinéfilo de pro. Ya no se hace buena comedia, las historias que predominan son dramones realistas, con tintes críticos. Películas crudas, morbosas. En fin, a pocos meses de los Oscar, ya saben que es ese cine el que se lleva el gato al agua. Será por eso que Hollywood está obsesionado por ver el lado blue de la vida.

Toda esta conversación hizo que me viniese a la cabeza Los viajes de Sullivan, en la que un productor de Hollywood decidía recorrer la Norteamérica profunda buscando historias humanas que reflejasen los años de crisis tras el crack del 29. El panorama era desolador, pero al final descubría que no había nada mejor que un entretenimiento divertido y directo para poder seguir adelante con las dificultades.

Desde luego, la comedia tuvo una época dorada en la década de los 30 y los 40 gracias a la screwball comedy que se dejaba invadir por los vientos esperanzadores del New Deal de Roosevelt. Eran películas ágiles, picaronas y muy, muy divertidas. Cosas como Luna Nueva, La fiera de mi niña, Sucedió una noche o Ninotchka, así lo testificaban.

Pero ahora que nosotros estamos también inmersos en otra crisis que hace que día tras día asistamos a muchos dramas por falta de trabajo, pocos son los que se atreven a hacernos reír. El gran refugio de la carcajada se ha quedado para la animación, sobre todo gracias a Pixar. Desde luego, la última vez que recuerdo haberme reído de lo lindo delante de la gran pantalla fue con dos productos de Pixar (puede ser que mi complejo de Peter Pan también ayude a la causa): Up y Toy Story 3.


Seguro que a muchos les ocurre. En su entorno cercano tienen a gente que les gusta ir al cine a ver cosas positivas, y cuando les piden su opinión sobre qué les recomiendan la respuesta resulta difícil. Mis DVD’s de Un funeral de muerte y Pequeña Miss Sunshine echan humo, porque los de Apatow y compañía con Superfumados, Supersalidos y demás no terminan de cuajar en ese target. Tampoco las últimas cosas de Kevin Smith. El otro día quise sorprender a una de esas personas de gustos poco dramáticos con Hazme reír y casi nos echamos a llorar.

La comedia parece estar al alcance de muy pocos. Un arte difícil en una sociedad como la nuestra, tan resabida y de vuelta de todo. Sin embargo, el drama, que conecta rápido con el patio de butacas, parece ligar con la intelectualidad; y el humor, que ha de estar mucho más trabajado para conseguirlo, con el espectador de a pie. Curiosas paradojas de la vida que a veces me llevan a pensar que el consejo más acertado puede estar en las manos menos cultivadas, las de aquellos que, como los trabajadores de Los viajes de Sullivan, se divierten con una pequeña historia de animación que les hace reírse a carcajadas.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Pequeño recuerdo en el 75 cumpleaños de Woody Allen


Woody Allen cumple 75 años y he querido acordarme de él con una de las películas de su filmografía que más me gustan: Otra mujer. En ella, el habitual jazz de sus títulos de crédito se cambiaba por Satie y el tono se volvía más interiorista, más bergmaniano.

Me acuerdo de Gena Rowlands escuchando a través del respiradero los sufrimientos del personaje de Mia Farrow e identificándose con ellos, y así es cómo me veo ante una película. En la piel de otros personajes he descubierto cosas de mí misma que unas veces eran buenas y otras, dolorosas. También he podido acercarme a situaciones que de otra forma no hubiese vivido. Todo ello me ha aproximado a otras formas de vida, a otros seres humanos, a otras historias. Espero que todo ello me haya hecho más empática…