viernes, 25 de marzo de 2011

‘Potiche’, comedia ácida para lucimiento de Catherine Deneuve

“La gente piensa que me paso la vida sentada en un sillón Luis XV, tomando té". Pues sí, cuando se tiene en mente a Catherine Deneuve, lo último que se puede imaginar es que pase gran parte del día en chándal. Pero así es como una de las musas de directores como Truffaut, Buñuel o Demy, la más gélida rubia del cine europeo, aparece en Potiche, la nueva cinta de François Ozon. Después de trabajar con él en 8 mujeres, la actriz se convierte aquí en una mujer florero (potiche, en francés) de un misógino e malhumorado directivo de una fábrica en el contexto de unos socialmente movidos años 70.

Adoptando las formas de aquella época -fragmentación de la pantalla en varias, cortinillas especiales, e incluso un tono añejo en la fotografía-, Ozon construye una comedia ácida realizada para el lucimiento de la actriz en la que se pone de manifiesto  la postura secundaria de la mujer en la sociedad, destinada a jugar un papel secundario en la toma de decisiones empresariales o a soportar los cuernos de su marido con cara de no saber nada. Parece ser el tema principal, pero se pierde por unas tramas secundarias en las que el director parece empeñado a jugar con un estilismo muy añejo: la forma no termina de acompañar, en muchos momentos, el fondo; y al final surge la pregunta del por qué de la elección de uno y otro.

La historia tiene encanto, pero no todo el que podría poseer. Es un quiero y no puedo con interrupciones de personajes secundarios poco trabajados -el hijo, por ejemplo-, o con la manera en que se abordan la figura del marido, que resulta excesivamente antipático; o el alcalde de izquierdas, Gerard Depardieu, compartiendo pantalla otra vez con Deneuve. Demasiada ironía a costa de dos estereotipos a los que no sabe dar un poco de jugo: el empresario cruel y el sindicalista luchador.

De esta forma, Potiche, que se estrena esta semana, resulta una buena oportunidad de disfrutar de las virtudes de la actriz, así como de la bofetada de su personaje a una sociedad machista; pero constata que el otrora prometedor Ozon sigue perdiendo fuelle: lejos queda la fuerza de trabajos como 5x2 o Bajo la arena.

lunes, 21 de marzo de 2011

Cannes 2011: Terrence Malick, invitado al gran banquete junto a Von Trier o Moretti

Thierry Fremaux, director del Festival de Cine de Cannes, ha dado a conocer los platos fuertes para esta edición, tal como ha informado Screen Daily. Parece ser que Almodóvar se queda fuera ya que su nuevo trabajo, La piel que habito, se estrenará en septiembre y no quiere que se empiece a correr la voz sobre su giro final cuatro meses antes. También se queda fuera Won Kar-Wai, que no tendrá su nuevo trabajo terminado para el gran festival europeo.

Parece ser que los que sí estarán serán los mimados hermanos Dardenne, Aki Kaurismaki (LeHavre), Lars von Trier (Melancholia), Gus van Sant y Nani Moretti (Habemus Papam). Pero sobre todo pongo la atención en The Tree of Life, la película de Terrence Malick que tanto se está haciendo de rogar y que muchos pensaban que tampoco estaría lista para Cannes. Será uno de los puntales del certamen y una de las películas más esperadas del año con la ayuda de sus dos protagonistas: Brad Pitt y Sean Penn. En ella, Malick recupera su afán contemplativo, su inconfundible poesía visual.  Ardo en deseos de ver el resultado.






viernes, 18 de marzo de 2011

‘Nunca me abandones’: sobre la humanidad y la falta de ella

Antes de acudir a ver esta cinta, se ha de tener en cuenta -si es que no se sabe ya- que Nunca me abandones se basa en una reconocidísima novela de Kazuo Ishiguro que fue elegida por la prestigiosa revista Time como la mejor de la década pasada. Sirva el dato como elemento de disuasión para todos aquellos que no quieran perderse la experiencia de acudir vírgenes a sus páginas; más si se añade que no es solo una de esas historias de amor en contextos muy herméticos que el escritor suele frecuentar –recordad la también adaptada Los restos del día en manos de la troupe de James Ivory-, sino que en su trasfondo se oculta un terrible secreto que acerca a la historia -¿o no?- al terreno de la ciencia ficción.

Si aun así la sala oscura ejerce más poder, se ha de reconocer que Nunca me abandones es ante todo una película sobria y bien facturada que viene de la mano del guionista Alex Garland -habitual de Danny Boyle y los terrenos distópicos gracias a trabajos como Sunshine, La playa o 28 días después-, y el inédito director Mark Romanek. Un ejercicio ayudado por la atracción que ejerce su joven reparto: Carey Mulligan (el descubrimiento de An Education), Keira Knightley (especializada en adaptaciones literarias gracias a Orgullo y prejuicio o Expiación) y Andrew Garfield (el nuevo Spiderman); así como el pequeño toque de veteranía ofrecido por Charlotte Rampling.


Como bien es sabido, de una buena historia no puede salir una película mala, pero sí una regular, que es lo que ocurre en este caso. El principal problema en este drama existencial proviene de ese plan oscuro que hace que los protagonistas, criados junto a otros muchos niños en una especie de orfanatos, lleven una vida corta y programada. Sin desvelar mucho más, nos encontramos ante los mismos dilemas que atormentaban a esos replicantes extra-humanos de Blade Runner, solo que esa pronta caducidad no afecta aquí de la misma manera. Al contrario: hay en ellos una incomprensible rendición a su destino, una falta de rebelión que resta enteros a la potente carga existencial del relato, por más que al final se quiera incluir algún pequeño punto de inflexión. Es demasiado tarde.

Lo que no se puede negar es que la cinta tiene en Mulligan a una fantástica protagonista, muy por encima de Knightley, gris y desdibujada. Pero poco se puede hacer cuando el relato se empeña en perder en algún instante su punto de vista y en restar profundidad a sus sentimientos. Hay un sobrecogedor dilema ético al fondo, pero falta complejidad, atención al detalle, por lo que el drama se alarga en exceso y termina resultando reiterativo. No hubieran venido nada mal unas gotas de humor para aflojar un poco la historia, pero quizá era demasiado pedir para unos seres que director y guionista parecen empeñados en deshumanizar.

Artículo también publicado en zonaretiro.com

lunes, 14 de marzo de 2011

25 aniversario de 'Taxi Driver': la ciudad no era para él

Si volviese a su antiguo sueño, ennegrecería el centeno. No hay manera de regresar inmaculado de la guerra urbana, de las noches interminables llenas criaturas indeseables campando a sus anchas. La ciudad no era para él, pero debió pensarlo antes. ¿Es que no hay un dios todopoderoso que imparta justicia en todo este mundo? Pero ya es demasiado tarde para recuperar la cordura y ser feliz con esa bella mujer con altas inquietudes. Grandes mentiras que sumar al resto. Indigestas para los que no quisieron entender que el gris de las ciudades acabaría oscureciendo la selva de sus pensamientos.

Se dice que Schrader y Scorsese, empapados en las enseñanzas que separan a los buenos cristianos del resto, se basaron en el Holden Caulfield de Salinger para idear un personaje como el de Travis Bickle. Crearon un monstruo que se miraba al espejo ensayando una pose de justiciero universal a la voz de “You talkin’ to me?”. Un flâneur baudeleriano, un paseante, que se montaba en el taxi y terminaba demasiado integrado en el paisaje del que tan solo debía ser un observador. Quizá faltaban esas sustancias que abren las puertas de la percepción para quedarse detrás de la barrera.


 El fotógrafo Steve Schapiro documentó con su cámara la concepción de Taxi Driver, la película que inmortalizó ese personaje convertido en justiciero radical, y las mejores imágenes han sido recuperadas. Están en un libro de una editorial de la que intento no perderme ninguna novedad con la idea de hacer honor al apelativo que una amiga aplica a muchos: en cuestiones bibliográfico-artísticas soy de la Generación Taschen. Adoro las fotografías de sus libros de cine: de mucha calidad y poco vistas. Eso sí, esta obra no es “buena, bonita y barata”, sino de edición limitada a mil ejemplares.

De Niro está cómodo en la pantalla, pero fuera de ella es tímido, siente vergüenza al ser fotografiado y tenía siempre una sonrisa bobalicona”. El joven actor reverenciado por varias generaciones era así descrito por Schapiro y las imágenes no dejan lugar a dudas. A ellas se suman las improvisadas reuniones de guionista y director, las actrices en plan reposado, los paisajes apesadumbrados de la ciudad que nunca duerme.

Se cumplen 25 años de su estreno y ésta es una buena manera de celebrarlo

(Artículo publicado originalmente en El Confidencial).

viernes, 11 de marzo de 2011

'Incendies', una sobrecogedora historia que valora al espectador

Si ya sabes que tienes que ver esta película, quizá no debieras seguir leyendo. Si no sabes de ella, sería bueno tener un aliciente, pero, ante todo, intentar descubrirla por ti mismo. Nominada al Oscar representando a Canadá, Incendies, es la adaptación de una fantástica pieza teatral de Wajdi Mouawad que algunos privilegiados pudieron ver el año pasado en Madrid; una obra acerca de descubrir de dónde venimos y así poder saber a dónde queremos ir.
Baste decir para empezar que el texto está por encima de la dirección de Denis Villeneuve, que opta por la austeridad y no arriesga mucho en su exposición, pero a pesar de todo el relato fluye, que es lo más importante. La cosa promete desde ese arranque en el que apuesta por hacer sonar un tema de Radiohead con dos velocidades, You And Whose Army, mientras se contempla un orfanato invadido por los miliares. El espectador se pregunta desde ese momento sobre el país en el que todo sucede y sobre el que no se le informará en ningún instante, solo se deja ver  un “I love Palestina” en un cristal de una ventana.

Parece Líbano, pensarán los más avezados, pero no hay que darle muchas vueltas. Esta falta de concreción forma parte del plan maestro de Mouawad, que con esta historia de una madre misteriosa y sus resentidos hijos quiere hablarnos de ese hilo de dolor que engendran los hechos más cruentos, guerras especialmente, y que se pasa de una generación a otra. Una cadena que se ha de romper para poder seguir adelante, algo que requiere el helénico “Conócete a ti mismo”.

Mientras todo sucede, te sientes cómplice, te notas mimado cuando se te permite atar cabos antes de que lo hagan los personajes, lo cual, si cabe, amplifica el poder de lo que está por venir: el efecto de una bomba resulta mayor si antes se sabía de su existencia y no si explota sin más. Y en medio de todo este material inflamable destaca el gran trabajo de la actriz Lubna Azabal en el papel central. La mujer como sufriente número uno, pero también la encargada de transformar todo ese dolor, hacer duelo para seguir adelante, vertebradora como es de un futuro que se debe asumir haciendo las paces con el pasado.

Incendies te transporta a un lugar lejano para mostrarte eso que debería estar grabado a fuego en tu interior. Una lección sobrecogedora a la que habrá que dedicar esas dos horas de rigor. No os la perdáis.

Artículo publicado en zonaretiro.com

sábado, 5 de marzo de 2011

'Ispansi (Españoles)', poco más que buenas intenciones

Al contar la emigración a Suiza vivida en primera persona en Un franco, catorce pesetas, Carlos Iglesias supo calar en un público español sumergido en el fenómeno contrario: el de ejercer ahora como país de acogida. Empeñado en seguir rascando en el pasado, estrena esta semana Ispansi (Españoles), un acercamiento a las vivencias de aquellos que durante la Guerra Civil huyeron a la entonces Unión Soviética. Muchos de ellos son los llamados “niños de la guerra”, huérfanos que tenían difícil su supervivencia en tan desolador panorama; otros, adultos que les acompañaron o que huyeron del país en el que sus ideas políticas les convertían en enemigos públicos del nuevo orden impuesto.

Se ha de reconocer que la narración de este viaje épico se presentaba demasiado ambiciosa para una cinta de presupuesto modesto: rodaje en exteriores con mucha nieve, con grandes vagones de la época, muchos escenarios. El principio, no obstante, parece saber sortear los obstáculos. Iglesias resuelve bastante bien la falta de recursos recurriendo a sugerir más que mostrar, incluso sorprende la naturalidad que muestran los personajes en la presentación.

Pero son destellos que pronto se apagan. A medida que avanza el metraje el relato se vuelve muy improvisado y carente de fuerza y emoción. Aparecen los defectos de Iglesias como realizador y guionista, su falta de concreción y personalidad, sus descuidos con los personajes secundarios… todo ello sumado a una fotografía que solo funciona en las escenas en la nieve. Los problemas se hacen especialmente patentes en la historia de amor: desde la torpeza en la muestra del deseo del protagonista, pasando por la confusa evolución de los sentimientos de ella -el trabajo de Esther Regina es muy discutible, quizá mal orientado- y la muy forzada escena en la que todo se materializa.

Ispansi es, por tanto, un ejercicio de memoria que intenta poner un granito de arena en el acercamiento de las dos Españas. No busquen un trabajo cinematográfico en toda regla, porque no lo van a encontrar. No hay mucho más que buenas intenciones.

Artículo publicado en zonaretiro.com