martes, 30 de octubre de 2012

'La hija del acomodador' se traslada

Queridos lectores,

A partir de ahora podéis encontrar mis artículos en el periódico digital Zoom News. Salgo todas las semanas, pero mi primer post ya está disponible.

¿Por qué James Bond no puede ser rubio?

Este es el enlace donde irán recopilándose todos los temas:

La hija del acomodador en Zoom News

Un afectuoso y agradecido saludo.

lunes, 8 de octubre de 2012

Cómo situar a León Siminiani en el 'mapa'


Acabo de descubrir a León Siminiani tras leer un artículo de Carlos Reviriego. Lo primero ha sido ver el teaser de Mapa, una deconstrucción-presentación del que supone su primer largometraje. Después, echar un vistazo a sus cortos: los cuatro episodios que forman parte del proyecto Conceptos clave de un mundo moderno  y Límites (1ª persona). Fantástico. En su mirada hay mucha franqueza y humor, pero sobre todo esa sensación de que observa con nuevos ojos una realidad que parece agotada o que sabe fijarse en detalles que no sabíamos ver. Básicamente, aquello que distingue a los narradores con talento de los que no lo tienen en absoluto.

Recomendación encarecida es ver el vídeo que adjunto abajo, así como sus cortos. Entono el mea culpa por descubrirlo tarde (parece ser que fue premiado doblemente el ALCINE). Mapa se verá en la Festival de Cine Europeo de Sevilla, que se celebra del 2 al 10 de noviembre, en una edición en la que José Luis Cienfuegos se estrena como director.


viernes, 5 de octubre de 2012

'Magic Mike': Channing Tatum saca pecho y Steven Soderbergh hace caja

Alguna vez que otra se ha defendido aquí aquello de que al cine, como al arte en general, le cuesta tener en cuenta la mirada femenina, o tener a la mujer en cuenta más allá de ser comparsa de muchos héroes o mero objeto de deseo. Pues bien, Magic Mike, mostrando las excelencias musculosas del género masculino, no es la respuesta a nuestras plegarias. Más bien la confirmación de que su director, Steven Soderbergh, ha vuelto a ensuciarse plantando películas de fácil germinación en taquilla, asegurándose así la subsistencia en época de proyectos personales, más complicados de hacer crecer.

Alguien capaz de cosas como Traffic, Un romance muy peligroso o El buen alemán no duda en respaldar a Channing Tatum -visto en Step up, Querido John o mostrando su comicidad en Infiltrados en clase- en su intento de contar unas cuantas cosas sobre su pasado de stripper. El actor tiene gracia y es agraciado, y la taquilla norteamericana ha dado el sí quiero.

Magic Mike habla de uno de tantos jóvenes que se deja hechizar por un trabajo que le proporciona dinero fácil, diversión y mujeres. Aquí es el de stripper, pero se podría sustituir por otro: es lo mismo. El caso es que el chico es inquieto y tiene otras ideas de negocio, pero no se termina de atrever a dejar lo que iba a ser una ocupación temporal, hasta que llega una chica con dos dedos de frente y que no le baila el agua y la cosa cambia. ¿Algo nuevo bajo el sol? Nada.

Tenemos, eso sí, una buena factura visual y un montaje que intercala los meses de manera cortante con la que Soderbergh parece decir: no os olvidéis de que el que dirige soy yo. Pero la película se deja ver: diálogos que funcionan, momentos con chispa y algún actor como Matthew McConaughey dándolo todo (posible nominación al Oscar) ayudan bastante. Ahí va el trailer para hacerse una idea.


viernes, 28 de septiembre de 2012

'Blancanieves': las sombras del gran cine mudo son alargadas


En una serie de viñetas cuyo autor no recuerdo, se mostraba a Groucho Marx resguardándose de una lluvia que traía el color a su mundo en blanco y negro. Pronto escampaba y nuestro bigotudo amigo cerraba el paraguas: solo había sido una inclemencia pasajera.


Más real que nunca. Numerosos recuerdos de cine en blanco y negro o de películas vistas en la tele de dos canales se agolpan en la cabeza. El color no era necesario entonces y tampoco ahora si nos detenemos en el cine español que se estrena estos días. Dejemos a un lado a Trueba y su decepcionante El artista y la modelo y centrémonos en la gozosa adaptación de Blancanieves que ha realizado Pablo Berger, que también tiene la osadía de ser muda. Osadía porque el proyecto tiene unos años y ya estaba en marcha mientras The Artist iba ganando adeptos por los mundos de Dios. Muchos se preguntarán que hubiera pasado de haberse estrenado la cinta de Berger antes, pero solo queda esperar que, siendo como es ya la representante española en los Oscar, el efecto de la cinta francesa no le pese.


Madres tóxicas que impiden a sus retoñas hacerse mujeres las habrá siempre, así que, se preguntaría Berger, ¿por qué no llevar el cuento a la España de los años 20? ¿por qué no situarlo, qué narices, en la España de mantilla, torero y cantaora? Y he aquí que, milagrosamente, todo va encajando ante nuestros ojos, incluso el tema de los enanos, utilizados, como sabemos, en las plazas de toros.

Blancanieves es un blanco y negro esplendoroso. El sol de Andalucía se siente en toda la cinta, pero también la oscuridad del drama, las sombras. Las más alargadas son las que proyectan maestros en el noble séptimo arte. Se palpa al Murnau de Amanecer o Nosferatu; a Ophüls, en la llegada al cortijo, en los reflejos de los cristales; al Pabst de La caja de Pandora: Maribel Verdú se convierte en una Louise Brooks por derecho propio; o, cómo no, hay espectáculo ambulante, hay enanos y venganza, por lo que Tod Browning pide paso. Le aceptamos. Es uno de los nuestros.

Blancanieves es cine mudo, pero es pura elocuencia. Palmas, guitarra española sentida, copla. Todos los elementos sonoros están utilizados con tino: enriquecen la narración y le aportan una fuerza increíble al conjunto, explicando muchos sentimientos de sus personajes, de por sí, muy bien interpretados por un reparto en el que, además de una espléndida Maribel Verdú, se cuelan Daniel Giménez Cacho, Ángela Molina o Josep María Pou.

Pocas pegas. ¿Hay diálogos que no necesitan aclaración escrita? Desde luego, pero eso muestra la comprensible puesta en escena de Berger. ¿El final llega muy suave en comparación con la fuerza que tiene el resto de la cinta? Sí, pero no por ello deja de ser delicado e inteligente. Y sí, hay ciertos elementos situados más en el ámbito de la comercialidad que de lo artístico, lo que se traducirá en una mayor afluencia en las salas.

Al igual que hizo The Artist en su momento, la cinta de Berger da que pensar: ¿A quién se le ocurrió que el cine mudo y en blanco y negro ya no era rentable? ¿Será el comienzo de una nueva etapa, en la que el 3D quede también como una lluvia pasajera? Soñar es gratis.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Cine en torno a una taza



Taza: Objeto indiscutiblemente generador de buenas sensaciones. Acompañado con el movimiento de un pequeño elemento de metal, llamado cucharilla, produce un tintineo que lo hace más apreciado. La bebida caliente que suele contener y su olor duplican el disfrute de la experiencia.




Si bien Godard consigue que creas que esta pieza de porcelana u otro material podría contener el universo entero (Ver El universo en una taza), te conformas con que te traiga a la memoria (y sin necesidad de magdalena que lo acompañe) momentos de confidencias y calor humano. Si la expresión "Nunca te faltará un plato en esta mesa" es la reina de una hospitalidad, resultaría tremendamente delicioso que te dijeran: "Aquí siempre habrá una taza para ti". Taza es sobremesa y la sobremesa es conversación distendida: infinitamente mejor.


 John Ford, aglutinador de personajes en torno a una mesa, debidamente organizada por una fémina, muestra a Ward Bond en Centauros del desierto terminando su café tras haber presenciado a Martha mimando la capa de Ethan (John Wayne), su cuñado, que está de visita: ambos están claramente enamorados. A su espalda pasan estos dos personajes y Bond se muestra ensimismado en su brebaje, como si nada hubiera pasado, aunque todo ha sucedido...


El último gran apunte de porcelana cinematográfica vino de la mano de Cronenberg. En Un método peligroso era delicioso ver a Jung (Michael Fassbender) un tanto pendiente del dulce mientras compartía con Freud una charla aderezada con el sonido de tazas y platos con su correspondiente café o infusión. Esa pequeña obsesión alimenticia marca la diferencia: a la mierda el biópic al uso.

 
Tan deliciosos son esos tés de las cinco de película victoriana tipo Ivory (Lo que queda del día, Regreso a Howards End), como ese desayuno acelerado de los hermanos Marx en Una noche en la ópera -ahí sí que suenan las tacitas, platillos y cucharas-, o esa broma en Único testigo en la que Harrison Ford, parafraseando un anuncio, le suelta a una familia amish: "Cariño, este café es estupendo", quedándose planchado por la falta de feedback.

La porcelana es la tranquilidad de conservar las costumbres en territorio bárbaro: habitualmente europeos emigrados a África y esa América en poder de los indios, porque en Asia se eleva su uso a niveles exquisitos: Zhang Yimou, Trang Anh Hung y otros tantos así lo han reflejado.


En muchas ocasiones la porcelana es una excusa para destapar un pastel. Pero en Sospechosos habituales resulta muy poco dulce: una taza de la casa Kobayashi se precipita contra el suelo y en ese momento se descifra todo el enigma en torno a Kayser Soze.

Evidente era el uso de este elemento, convenientemente acompañado del pitillo, en Coffee and Cigarettes. Cualquier excusa es buena para juntar a Iggy Pop y Tom Waits, a los White Stripes (Peg y Jack), así como a Cate Blanchett, Bill Murray o Steve Buscemi, aunque el resultado sea desigual

Esa tacita que te traen cuando estás enfermo y que puede contener una infusión, un poco de caldo de pollo, o ese café o té que es la excusa para alargar un encuentro, para superar una mala noche y reconfortarte como lo pudiera hacer un abrazo. Pero nunca, nunca, un vaso de cartón, por más que lo luzca Audrey Hepburn al comienzo de Desayuno con diamantes.

Una taza de bebida caliente es la excusa para muchas cosas. Aquí también lo es.

miércoles, 15 de agosto de 2012

'Prometheus': un regalo para jugar con el envoltorio

Toca volver a ponerse al día tras unas semanas de parón. Lo último que reseñé aquí fue el fantástico documental La cueva de los sueños olvidados. Magia en estado puro. 3D con enjundia. Ahora vuelvo con otra película de distinto pelaje, Prometheus, que curiosamente se inicia con el descubrimiento en una cueva de dibujos de equinos practicamente similares a los que se muestran en la película de Herzog. Todo está conectado, queridos lectores.

Pero vamos al grano: Prometheus me ha gustado. Lo digo con pavor, porque la historia es como para cogerla con alfileres. Pero Ridley Scott sabe crear un envoltorio tan fantástico que invita a centrarse en jugar con él y apartar lo que hay dentro. Aquí dejo la lista de pros y contras, esa que se hace tantas veces en la vida antes de tomar una decisión, para después, por pura intuición, cabezonería o capricho, hacer lo que te da la real gana.


En contra:

La mayoría están basados en un guión terrible.

A-d-o-r-o esos momentos discursivos para explicar el título de una película (y me viene a la cabeza la sobrevalorada El cisne negro). Tomarse la molestia en contar el mito de Prometeo y dejar a la buena de Dios cosas como ese prólogo que nadie entiende, o descuidar a David, otro robot más humano que los humanos, está fatal. Menos mal que al final no pierden la cabeza.

"Somos estúpidos y moriremos", que diría Pris en Blade Runner, porque ¿puede haber dos personajes más tontos que el espeleólogo "solo quiero dinero" y el biólogo "solo quiero amigos"? Pues eso: están condenados a desaparecer.

¿A cuento de qué eligen al pobre de Guy Pierce para convertirle en un viejo decrépito con kilos de maquillaje? ¿Es que no hay ningún actor anciano disponible? Ok. Vale. Hay que pensar en la nominación a Mejor Maquillaje en los Oscar. Tema zanjado, pero no por ello frustrante.

Logan Marshall-Green -que es como Richard Dreyfuss, pero con menos carisma- y Noomi Rapace forman un pareja un tanto sosaina. La actriz, además, interpreta a un personaje que es un verdadero prodigio de la naturaleza: después de una operación salta y corre como nadie. ¿Qué narices se inyecta para lograrlo?

Ese momento, así de repente, de Theron reconociendo a su padre pone en evidencia el poco trabajo desarrollado en la construcción de los personajes. Es un momento intuido por esos celos que muestra hacia el robot David, pero hacía falta algo más. La actriz se lo merecía.

¿Por qué siempre las malvadas criaturas extraterrestres tienen forma de pulpo-calamar con cinco mil bocas y tentáculos? ¿Es que los seres de todo el universo se rigen por la proporción áurea?

¿Había necesidad de meter con calzador una referencia final a Alien? ¿No decían que no, que no es una precuela?

A favor:

El sentido del espectáculo: es entretenida y por momentos visualmente abrumadora.

David, el robot interpretado por Michael Fassbender, candidato a ser el mejor Wall-E no animado. Al igual que el personaje de Pixar, está fascinado por una película -la grandísima Lawrence de Arabia- y mientras está solo, nadie echa de menos ningún otro personaje a su lado.

Además de Fassbender, en la cinta están Charlize Theron y Idris Elba. No tengo nada más que decir.

El personaje de Idris Elba no tiene casi nada, pero en su caso menos es más: ese pequeño acordeón de su adorado Stephen Stills y una estrofa de una canción hacen que brille al lado de tanto personaje sin fundamento.

Cuando Elisabeth-Noomi entra al final en la nave de supervivencia, solo nos falta escuchar el "You are my lucky star" de Ripley en Alien, para calmar sus nervios mientras se prepara para enfrentarse a la bestia.

Los temas implicitos en la trama hacen que la imaginación vuele y se olvide de tanto desaguisado.

Y por último, no se puede dudar del jugoso debate que proporciona. Esperando estoy algún bonito comentario.

Postdata: En 2089 la marca de menaje Bodum seguirá existiendo. Este modelo de vaso aparece en la película.

jueves, 2 de agosto de 2012

'Samsara', lo nuevo del director de 'Baraka'

Apasionante, conmovedor, pero sobre todo espectacular. Lo nuevo del director de Baraka, Ron Fricke, se titula Samsara (en esta página tenéis más información). Un maravilloso viaje por el mundo con música de Lisa Gerard, entre otros. Que lo disfrutéis gracias a este vídeo.

viernes, 22 de junio de 2012

La luminosa caverna de Werner Herzog

Un documental sobre una cueva con pinturas rupestres y en 3D. Suena a National Geographic para salas Imax. Pero la compañía que nos enseñó que el mundo puede ser salvaje sin enseñar mucho los dientes, puede respirar tranquila. No entra en los planes del prolífico Werner Herzog seguir sus poco atrevidas sendas gracias a La cueva de los sueños perdidos (que ahora se estrena), sino más bien continuar refrescando la llamada no ficción con ese toque maestro que le hace saltar de lo grandioso a lo mísero sin despeinarse (recordemos otros ejemplos recientes como Grizzly Man).  

El cineasta alemán quiere mostrar al mundo la cueva de Chauvet, descubierta en el año 1994 en Francia y que conserva las pinturas más antiguas que se conocen (de unos 32.000 años). Caballos, rinocerontes, leones o una figura femenina, así como una serie de formaciones de estalactitas y estalagmitas lo convierten en un enclave impresionante que de momento esta vedado al gran público. El 3D no puede ser más oportuno.


Con la voz del propio director -magnífico narrador-, y la ayuda de una banda sonora fascinante, la cinta resulta ser un poderoso imán para nuestros sentidos. Cualquier pequeño brillo en el entorno, cualquier pequeño trazo cruzado con otro puede ser el origen de una gran historia.

Pero no nos perdamos en la obnubilación. Aquí se viene a otra cosa. Una cúpula gótica nos puede fascinar de tal manera que de tanto mirar hacia arriba nos tropecemos con algo en el suelo. Ese detalle también interesa, y mucho, al cineasta.

Y para detalles, el epílogo. Si en su reconstrucción de Teniente corrupto de Ferrara, Herzog se dio el lujazo de un plano desde el punto de vista de un reptil, aquí retoma el contacto con esa especie animal y se permite ampliar la visión hasta ahora ofrecida y de paso dejar su sello, que si no, que dirija otro. 

Si el cine debe transformarte, hacerte ver las cosas de una nueva manera, La cueva de los sueños perdidos (que ahora se estrena) se puede considerar una obra imprescindible. Bravo por él.



lunes, 11 de junio de 2012

¿Otro guión es posible?

La realidad supera a veces nuestras peores pesadillas. En estos momentos convulsos no puedo hacer otra cosa que recordar este vídeo en el que se explica cómo funciona el mundo, por si alguno no se ha enterado todavía...






¿Será posible cambiar el guión algún día?

martes, 5 de junio de 2012

Dos películas para amar la fotografía

Todavía con lágrimas en los ojos traigo hasta aquí la recomendación de Everlasting Moments, con una fabulosa protagonista: Maria Heiskanen.


La música del 2º movimiento de la 7ª Sinfonía de Beethoven acompaña, con sus dobles intenciones, a una prodigiosa escena final de la inglesa Fotografiando hadas, película de culto instantánea. 


miércoles, 16 de mayo de 2012

'Amour' por Jean-Louis Trintignant


Llega Cannes y con él, Michael Haneke. Pero no toca aquí hablar del brillante pero despiadado cineasta -a quien se podría incluir en un listado que llamaría Los directores que no amaban a sus personajes (por seguir la tónica de Los directores que amaban a sus actrices)-. No. De quien se debe hablar -un poco- es de Jean-Louis Trintignant, que vuelve a las pantallas como su actor protagonista en Amour, la cinta que presenta en el festival de festivales.

Estos son los momentos que hacen posible amar a este actor francés cuya sobriedad no impide mostrar destellos de una fuerza interior brutal.

Mi noche con Maud
Hipnotismo auténtico ante esa larga noche con Maud. Se casará con una rubia, pero esta morena en manos de Françoise Fabian le atrapa durante varias horas intensas de conversación al más puro estilo Rohmer. Ah, y le gusta Pascal.




El conformista
Posiblemente su mejor papel. Irresistible hablando de La caverna de Platón entre las luces y sombras que se forman en la estancia. Terrible tipo, por lo demás.




Rojo
Encantadores los personajes como el de este juez retirado: cabroncetes con mucha razón. Tringtinant aporta peso y sabiuría, y me entusiasma la relación que establece con esa modelo interpretada por la inigualable Iréne Jacob. Una complicidad que al final descubrimos que va mucho más allá...





A un lado se queda Un hombre y una mujer, que ha envejecido muy mal, y recuerdo Vivamente el domingo, la última película que realizó de Truffaut, y en la que estaba la mar de divertido junto a Fanny Ardant. Veremos que ha hecho Haneke de él, pero de momento solo amour.

martes, 27 de marzo de 2012

En guerra con Tarantino

-“Tarantino, él sí que es un bastardo”.

Ya no se lo digo más. Es un caso perdido. Ni Reservoir Dogs, ni Pulp Fiction, ni Kill Bill –pero la dos, que la primera sería mucho atrevimiento-. No. Mi padre no soporta a Tarantino y no hay nada que hacer.

-“Éste se cree un Peckimpah con gracia, y maldita la que tiene” –continúa quejándose mi padre-. “Y ahora quiere emular a Robert Aldrich y su Doce del patíbulo. No tiene nada que hacer”. Desde que vio alguna de las imágenes de Malditos bastardos, le ha dado por revisitar algunas de las películas sobre misiones en la Segunda Guerra Mundial: “Esto sí que merece la pena”, me dice mientras me muestra algunas películas rebuscadas en su impresionante colección de cine clásico.

Yo, como siempre, le rebato sus encendidos ataques a las figuras del cine actual, pero tengo que admitir que tengo debilidad por algunas de las cintas que me muestra. Doce del patíbulo, sin ir más lejos, me parece un divertimento excelente para una tarde de fin de semana en la que no tienes planes. Me encanta ver a Lee Marvin en su enésimo papel cínico dirigiendo a esta pandilla de chalados entre los que se cuela el gran director John Cassavetes; Donald Sutherland, siempre el mejor loco de todos; o Charles Bronson, en su enésimo papel de tipo de acción y pocas palabras.

“Y ahora me dirás que el Bronson es mejor que Brad Pitt”. Aquí se calla. Menudo carrerón final se pego el tío. Pero, vale, en esta época supo elegir. Formó parte del reparto de otra de las películas que me muestra mi cinéfilo progenitor: La gran evasión, otro trabajo en equipo para escapar, en esta ocasión, de un campo de prisioneros. Adoro ver a Steve McQueen con su ropa sport intentando fugarse una y otra vez. La más gloriosa de las veces, en una moto conducida por él mismo.

Las cosas 'claras' te pueden matar

De esa película aprendías, además, varias cosas que te podrían servir en el hipotético caso de que te vieras en la misma situación. Si te esforzabas en hablar en alemán cuando te pedían los documentos, nunca había que caer en la trampa de contestar al comentario en tu idioma de “su alemán es muy bueno”. Si te escapabas por un agujero cercano a las alambradas, mejor llevar cosas oscuras, y nunca, absolutamente nunca, paquetes forrados de papel. Las estancias en el calabozo –la nevera, la llamaban aquí- se llevaban mejor con la compañía de una pequeña pelota que arrojar contra las paredes -¡ojo! pelota de beisbol-. Y si había que elegir un medio de transporte, lo adecuado era un barco.

También me muestra Los cañones de Navarone, que nunca llegué a ver a pesar de contar en su reparto con Richard Harris, con el que, qué tontería, tuve una ligera obsesión. En cambio, sí me tragué una más moderna Fuerza 10 de Navarone, con el hombre, Harrison Ford.

Al final veo con él la de Harris. Una gozada. Me dice:

-“¿Ves? Con películas así ¿quién necesita los Bastardos de Tarantino?”.

"Es verdad, papá", le digo, mientras cruzo los dedos a mi espalda. 

*Entrada publicada originalmente en El Confidencial

lunes, 12 de marzo de 2012

Sígueme...

YouTube, fuente de regocijo, me descubrió este pequeño montaje sobre planos en los que la cámara sigue a los personajes por la espalda. Debe ser uno de los movimientos más jugosos y a la vez inquietantes que permite el cine. El espectador es invitado a formar parte de la acción que le dice: "sígueme". Y allá que te vas...



lunes, 27 de febrero de 2012

'Shame': retrato de un depredador inconsolable

"Eres inconsolable". Tras varios mensajes de urgente afección intercalados en una aséptica rutina sexual llega esta frase que parece dirigirse directamente al centro de la situación que nos presenta Shame, el último trabajo del solicitadísimo Michael Fassbender (Ver Michael Fassbender, un actor hacia la cumbre). Y es con él con quien se debe empezar, porque ofrece aquí una de las interpretaciones más perturbadoras que se hayan podido ver en años, totalmente ninguneada por los Oscars. Una verdadera pena. 

Su Brandon Sullivan es un voraz depredador sexual que muestra sus armas desde esa contundente escena inicial en el metro, pero a la vez es un ser inseguro e huidizo del que Fassbender sabe transmitir al espectador toda su fragilidad con una cercanía increíbleResulta fantástico cómo se entiende cada gesto, como se muestra lo que se cuece en su interior sin dejar de hacernos pensar que hay todavía hay algo desesperadamente guardado. 

El más largo encuentro sexual nos devuelve a Hunger, el trabajo que puso al director de Shame, Steve McQueen en el mapa -más allá de remitirnos con su nombre a todo un icono del séptimo arte- y también en parte a Fassbender. Esa avidez, esa expresión en el rostro del actor es desgarradora: es el momento que más pudor produce; mucho más que el despreocupado y comentado desnudo del principio.

McQueen perfila la historia muchísimo. Va a lo esencial. Si en Hunger se mostraba más adusto e irregular, aquí encuentra el tono que necesita e incluso se permite licencias, como ese camarero que interrumpe en la cena. El cineasta intenta evitar los subrayados, aunque apunta sin rodeos a que si bien el protagonista se muestra como un enfermo perdido en su adicción, lo que le rodea manifiesta los mismos síntomas.

Hay en Shame. además. un juego con esos encuadres de los que el personaje parece querer escapar, empezando por el primer plano -perfecta síntesis del relato-, así como un par de travellings de acompañamiento a la carrera del personaje: simbólicos ida y vuelta a una situación imposible de digerir con su hermana, cuya historia finalmente viene a desequilibrar el tono sobrio y medido del guión, a veces, para qué negarlo, un tanto aséptico.

Es un punto que viene a desinflar esta historia narrada con ritmo hipnótico que provoca sensaciones no fáciles de digerir; un planteamiento sin respuestas, ni explicaciones, pero con una fuerza que hace que se quede contigo por un buen tiempo.

lunes, 20 de febrero de 2012

'War Horse': animales como nosotros

Te acercas al cine a ver lo nuevo de Spielberg con ilusión. Piensas en dos elementos: la apasionante Primera Guerra Mundial y la honestidad de un caballo. Y, claro, deseas con fervor que sea un nuevo clásico. Una historia inmarcesible de honor y bondad. pero sin perder de vista que seguramente el final esté un poco pasado de rosca, que si no, no cuadra con el poderoso cineasta. 

Aunque soñar es bonito, la realidad es otra. La primera media hora de película te invita a perder toda la fe en la historia. Los diálogos no tardan en demostrar su sonrojante infantilismo y el actor principal, el que se rinde a la majestuosidad del protagonista equino, es de una parquedad expresiva evidente. Spielberg piensa en John Ford en estos momentos, pero le falta un guión que respalde sus intenciones.

El tratamiento fotográfico de Janusz Kaminski es especialmente llamativo. Al principio parece cargar las tintas con esa exhacerbación del color para dar un tono inocente e idílico. Pero no. Es la historia -edulcorando en exceso el comienzo, desnaturalizando tantos momentos- la que no sabe estar a la altura de esta apuesta lumínica en la que progresivamente, con ayuda de una atmósfera cada vez más oscura y dramática, se hace evidente la presencia aterradora de la guerra.


War Horse posee dos historias de supervivencia y la que gana por amplia mayoría es la del caballo -¿será porque no hay diálogo que la estropee?-.  Es ahí donde Spielberg demuestra que rueda como nadie, porque es imposible no rendirse a la épica de ese caballo avanzando por las trincheras con las bombas al fondo, encarando el tanque, moviéndose con rabia entre las alambradas; imposible no emocionarse con el lirismo de la entrega y sacrificio ante la lenta agonía de otro compañero de fatigas.

La película quiere recuperar estos viejos valores de honorabilidad, de sentido de la amistad... pero olvida dar cancha a una mirada moderna. La que sí contiene, por ejemplo, otra cinta con el mismo propósito, Master & Commander, en la que el médico interpretado por Bettany mira con ironía al capitán Aubrey cuando éste cuenta la paternalista historia de Lord Nelson ofrecienciendo su capa a un necesitado.

Nos quedamos con las ganas de una gran historia vertebrada en torno a este caballo que de mano en mano va, algo así como el violín rojo de la cinta del mismo título. Solo que aquí la excusa para ese viaje es el único aliciente. Poco para esas dos horas y media de duración en las que queda patente que por culpa de la guerra nos convertimos en animales y a la vez quisiéramos ser como ellos.

jueves, 16 de febrero de 2012

La felicidad de disfrutar de Chagall en Madrid

Con la gran ilusión de conocer de cerca una gran cantidad de obras del que es uno de mis pintores favoritos, me pasé por el Thyssen esta semana. Marc Chagall es bondad, ritmo, colorido abrumador, energía, recogimiento, fantasía... Su capacidad de empatía hace que el espectador no pueda evitar esbozar una sonrisa ante sus obras.


Y es que no cuesta imaginarse al artista torciendo la cabeza en gesto cariñoso, como sus pinturas nos obligan muchas veces a hacer en ese irresistible mimetismo que se ve entre visitantes de exposiciones y obras expuestas. Rostros unidos, personajes flotando, gorros levitando. Una serie de elementos conectados como las notas musicales en una melodía irresistible.


Hay también en su trabajo una unión entre naturaleza y ser humano: ese precioso gallo abrazado por una mujer, aquella vaca siempre presente junto a los recuerdos de su humilde aldea, de su infancia en un pueblo de Bielorrusia, y diversas sensaciones con respecto a un matrimonio que se adivina dichoso. Él es a veces azul y taciturno, pero es visitado de repente por la calidez de su entorno familiar.


Las sensaciones encontradas también tienen su sitio. Momentos sobrenaturales, que no surrealistas -como se encarga de recordar la información de la muestra-. Ese guante negro, ese ojo que todo lo ve todo verde, esa farola que se decide a echar a andar en el fondo.

La geometrización de los elementos está presente y estiliza y embellece a sus personajes, acompañados de un simbólico colorido que mira hacia Oriente. Detalles, estos y otros, que nos llevan a disfrutar de esta oportunidad única. Chagall visita Madrid a lo grande y se convierte en la más absoluta de las felicidades para los ya rendidos a sus encantos y aquellos que también caerán. Una pequeña inclinación de cabeza será el comienzo.

sábado, 11 de febrero de 2012

Lana del Rey, una voz nacida para David Lynch y no quieras saber mucho más...

La primera vez que oí su voz en la radio pensé que parecía sacada de una peli de David Lynch. Encontré cierta impronta de Badalamenti, ese aire retro-intenso de Isaak y el nombre me remató: Lana del Rey. Podía imaginarla en el final de la abstracta y fascinante Mulholland Drive salir al escenario en ese momento cumbre en el que una cantante, también con nombre hispano, Rebekah del Río -de ahí también la asociación-, sale a cantar Llorando

No iba desencaminada. Curioseando por youtube he podido encontrar algunos vídeos de entrevistas en los que parece a punto de llorar por los nervios, la tímidez o quién sabe qué, porque lo que si que no pierde es esa pose un tanto artificial de retirarse el pelo de la cara y cierto rictus que parecer poseer aquellas que evitan sonreir para intentar ganar alguna batalla a las arrugas.

Y es que verla ha devaluado el interés que me provocaban algunas de sus canciones. Esas uñas largas, esos retoques exagerados, esa melena larga teñida y cuidadosamente ondulada. Todo tan estudiado que da grima. 

Su caso me vuelve a demostrar que es mejor, como cuando lees un libro, no tener una foto del autor en la solapa. No querer ir más allá. Apreciar simplemente la obra y dejar a un lado mitomanías. Escuchadla, simplemente. Olvidad Google y Youtube. De verdad.



viernes, 27 de enero de 2012

'No habrá paz para los malvados': Enrique Urbizu nunca yerra el tiro

Tenía pendiente desde hace semanas ir a ver el último trabajo de Enrique Urbizu, No habrá paz para los malvados, y por fín saldé mi deuda acudiendo al recomendable Cine Berlanga. Lo mejor fue que volví a creer en que en España se pueda hacer cine de género con esta factura: diálogos medidos, acción muy bien calibrada, interpretaciones tremendamente bien ajustadas al conjunto de elementos.

Llama la atención lo seco y cortante del ejercicio. Urbizu va al grano y no se permite ningún desliz con la emoción o la ternura, simplemente se queda a las puertas. Y de ésto nos puede dar buena cuenta el plano en el que la imperturbable juez Chacón habla con su hijo por teléfono delante de su compañero. Nos quedamos huérfanos del contraplano con la reacción de éste.


Prima en el filme, además, lo visual. Mientras Urbizu estaba metido de lleno en este proyecto asistí a una charla verdaderamente magistral que ofreció con motivo de la presentación de los proyectos de guión premiados por la Comunidad de Madrid. Allí mostró su obsesión por dos temas, The Wire y Michael Mann. Y esa seca autenticidad de la genial serie está aquí, pero sobre todo el Mann de los muertos vivientes, de los personajes que no evolucionan pues solo están esperando cumplir su destino trágico, mientras las atmósferas que les rodean se muestran más vívidas.

Así es este magnífico Santos Trinidad en la piel de José Coronado -fantástico- con su pistola colgando del aro del gatillo. Sus execrables actos, sus acciones en solitario son solo destellos del  acero de las batallas de un pasado más glorioso. "No entiendo cómo es posible que este hombre siga en la Policia", comenta la juez tras entrevistarle y solo el espectador sabrá completamente de la necesidad de su existencia. Él es el Tom Doniphon que hace el trabajo sucio: él tiene que matar a Liberty Valance, aunque nadie pueda percatarse de la heroicidad de la acción. Y de esta manera, el odioso protagonista sin escrúpulos demuestra ser providencial y mil veces más eficaz que sus sucesores.

Resulta llamativo también como Urbizu trata de pasada o solo aporta detalles vagos del pasado del protagonista a través de las conversaciones: ¿cuantas veces tenemos que aguantar esos diálogos tan discursivos que ni en la boca de actores de categoría suenan bien? Lo que aquí logra son apuntes para espectadores a los que les gusta desgranar las cosas mientras dejan que se les cuenten la historia, que van componiendo en su cabeza. Los secundarios son igualmente tratados por encima pero no abandonados a su suerte, que es lo que suele suceder tantas veces en el cine irregular al que estamos acostumbrados: tienen entidad propia y son interesantes.

Con No habrá paz para los malvados, Urbizu demuestra la maestria que ha desarrollado junto a su coguionista Michel Gaztambide para escribir diálogos creíbles y personajes con enjundia. Para ajustar al milímetro las interpretaciones; para, al fin y al cabo, ofrecernos una historia honesta y vibrante. Ahí es nada.

viernes, 20 de enero de 2012

Anoche soñé que volvía al Cinema Ermua

Viví los tumultuosos ochenta en la localidad vasca de Ermua, siempre entre el ruido del timbre de cambio de turno en las fábricas, el óxido que empañaba lugares cercanos, muchos días de lluvia, inviernos con preciosas nevadas y un gran contacto con la naturaleza que nos rodeaba. 

Era un lugar lleno de familias venidas de toda España a trabajar en la industria. Parejas que empezaron a tener allí a sus hijos. Las plazas hervían de niños alborotados y continuamente reclamados por sus madres para una merienda que no conseguían acabar. Se iba andando a todos los sitios y se veía pasar el tren. Las navidades, los carnavales y las fiestas eran un torrente de gente disfrutando en las calles.

Pero en mis primeros años en ese vibrante lugar siempre hubo un momento al año que era especial: el día en que el Sacerdote más anciano de la parroquia de Santiago, Don Teodoro, celebraba su cumpleaños invitando al cine a todos los niños. Gracias a este magno acontecimiento, disfruté de la primera película que recuerdo haber visto El corcel negro, pero también de otras cosas muy de la época: la tercera parte de Superman, Star Trek II: La ira de Khan, que, al tiempo que me descubría la teletransportación, me dejaba traumatizada con aquella escena en la que introducían cierto bicho en el oído de un pobre sufridor.

El Cinema Ermua (imaginación al poder) era el lugar donde todo sucedía, un viejo teatro que te recibía con ese olor a tapicería vieja y ambientador barato. Esa mezcla de oscuridad y efluvios varios provocó en mí un sentimiento de amor-odio hacia ese enclave. La experiencia era fantástica, pero ese aire decadente me hacía ansiar estar siempre cerca de la puerta de salida. ¿Demasiados miedos infantiles? Posiblemente, pero el caso es que, a pesar de los pesares, fui en variadas ocasiones a ver cintas como La historia interminable, que recuerdo especialmente, o Spaceballs y alguna que otra cosa del mismo extraño pelaje.

Años después, cuando regresé a la localidad, además de comprobar que era un lugar más abarcable de lo que mi imaginación infantil recordaba (preciosas constataciones éstas), una de mis mayores ilusiones fue acercarme a ese cine, ya cerrado. Saqué una foto en blanco y negro que conservo con cariño (la que se puede ver a la derecha), ya que se convirtió en un templo llenó de recuerdos. Un lugar destinado a dejar de existir. A ser demolido.

Pero no fue así. Hace poco descubrí que su aspecto había cambiado radicalmente. Sonreí ante tal resurrección: el Cinema Ermua no solo no desaparecía, sino que además mantenía su misma esencia teatral-fílmica.

Si vuelvo allí, intentaré ir a ver una película y revivir antiguas sensaciones. Estaré perdida entre las butacas habiendo olvidado definitivamente dónde está la puerta de salida.